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El poliamor y las palabras de la tribu

JUAN LUIS PÉREZ TORNELL

10·06·2016

LA DIPUTADA CATALANA de la CUP Anna Gabriel afirma en una entrevista televisiva su preferencia por la reproducción y cría en común de la especie humana a través de la enseñanza colectiva de la tribu, frente a la envejecida familia tradicional monógama y conservadora, que sólo produce niños de derechas, gazmoños y algo centralistas. 

Se ve que en Cataluña esto de la tribu se contempla con la misma naturalidad y conveniencia que en las selvas amazónicas, en Nueva Guinea u otras sociedades remotas de cazadores recolectores que viven en valles aislados y comparten una lengua común. 

Yo estoy de acuerdo en parte con esta señora. Me parece menos conveniente y más criticable la figura, más extendida cada día en nuestra sociedad, de la familia monoparental que es, por lo que sea y para nuestro gusto, menos exótica y llamativa que la fórmula que le place a la señora Gabriel. Y mejor aceptada entre las tribus hispánicas. 

Y es que la madre soltera, y también el padre soltero, han de afrontar múltiples problemas derivados de la falta de apoyo social y de la soledad de su condición. Afortunadamente la sociedad ya no les estigmatiza como antaño, ni les obliga a desprenderse de las criaturas en el torno de cualquier convento. 

Tampoco puede decirse que se apoye demasiado a estos exiguos núcleos familiares. 

La propuesta de la extinción de las figuras, algo victorianas, y siempre castradoras, de los padres y madres exclusivos, y su sustitución por una pluralidad de madres y padres que convivan en el seno de la tribu, en alguna cabaña de protección oficial suficientemente amplia, siendo atractiva, no es del todo novedosa. 

La comuna diseñada por los hippies en los años sesenta y los experimentos pedagógicos sobre la educación comunal tienen precedentes menos conocidos en el siglo XIX. El socialista utópico Charles Fourier también consideraba, como Anna Gabriel, que fomentar la monogamia era perjudicial para la sociedad utópica, porque promovía la posesión, el nepotismo, la introversión y una mezquina visión de la sociedad nueva -lo nuevo es siempre es fascinante-, que pretendía construir. 

Fourier no pasó de la teoría, pero en el Nuevo Mundo se pusieron en práctica las ideas annagabrielistas. Así por ejemplo, John Smith, hijo de un granjero de Nueva Inglaterra, puesto en contacto con el Ángel Moroni, fundó el mormonismo, predicando la poligamia hasta que en 1844 fue linchado por una muchedumbre enfurecida. Fue sucedido por Brigham Young, que trasladó la nueva religión al estado de Utah, en la que fructificó con éxito, y en el que todavía pervive, permitiendo a Young mantener en su tiempo y con suficiencia a sus veintidós esposas. 

Pero el experimento que sí llegó a fructificar y que respondía al “modelo Gabriel” de familia fue creado por el predicador John Humphrey Noyes, en Nueva York, en 1848, y se denominaba “Comunidad Oneida”. Frente al matrimonio monógamo que fomentaba el egoísmo y la propiedad privada, Noyes aplicaba la idea de “matrimonio complejo”, en el cual hombres y mujeres comparten vidas trabajo y disfrute sexual, sin establecer parejas exclusivas; o dicho en palabras de Noyes: “cuando se haga la voluntad de Dios, tanto en la tierra como en el cielo, no habrá matrimonios. La cama matrimonial del cordero es una fiesta en la cual cada plato es de todos, la exclusividad, los celos, las disputas allí no tienen lugar […]”. 

Cuando la comunidad se asentó espiritualmente y prosperó suficientemente, el fundador consideró que podía aventurarse más allá del “noviazgo perpetuo” y la “continencia varonil”, premisas iniciales de esta comunidad, e intentar crear, mediante un programa aprobado por un comité de emparejamiento selectivo, una raza especial de niños “perfeccionistas”. 

Para poder pagar las facturas de este comunismo bíblico, Noyes convirtió la comunidad en una empresa fabril. La comunidad funcionó de esta forma durante treinta y tres años, al cabo de los cuales los adolescentes nacidos en esta peculiar comuna rompieron la disciplina de sus padres y madres colectivos volviendo a las denostadas tradiciones de la monogamia y el romanticismo. 

El 1869 Noyes, exiliado por acusaciones de estupro en Canadá, renunció a la dirección de la comunidad, dando por terminado el experimento sin abjurar del matrimonio complejo y, ya sexagenario, abrazó súbita e inesperadamente el celibato. Los solteros de la comunidad no vieron con buenos ojos esta propuesta de celibato colectivo y optaron más bien por el matrimonio monógamo. 

En 1880 la Comunidad Oneida se convirtió en una sociedad anónima y sus doscientos veintiséis residentes se convirtieron en accionistas de la Oneida Community Limited. 

Uno de los hijos del fundador, Pierrepont B.Noyes -cuya madre había ingresado en la Comunidad a los nueve años– transformó el negocio de la empresa (fabricación de cubiertos) en una empresa internacional que en 1970 valía casi cien millones de dólares. 

La sociedad anónima todavía existe y es un importante productor de cubiertos bajo la marca "Oneida". En septiembre de 2004, Oneida anunció que iba a poner fin a todas las operaciones de fabricación de Estados Unidos a principios de 2005, poniendo fin a una tradición de 124 años. La empresa sigue diseñando y comercializando productos que se fabrican en el extranjero. La compañía ha estado vendiendo sus instalaciones de fabricación. Posteriormente, el centro de distribución en Sherrill, Nueva York, cerró. Las oficinas administrativas se mantienen en la zona de Oneida. 

Plácido final para este comunismo ingenuo, primitivo y religioso. Como todo comunismo, por otra parte.

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